¿Por qué la inflación es tan peligrosa?

30.03.2021

A estas alturas del milenio, puede parecer grotesco hablar de inflación. Llevamos años sin verle el pelo y en numerosas ocasiones se la ha dado por muerta (por si acaso, escribamos «en estado de hibernación») [1]. Claro que, también, las cosas se escriben cuando se escriben y nunca está uno preparado para que la tostada caiga del lado en el que no va la mantequilla. A este mundo aburrido y plano, con sus tipos de interés nulos y sus pasos lentos, convino en llegar la pandemia covid-19, un desastre humanitario que ha cambiado muchas cosas y que, tal vez, sólo tal vez, aproveche la inflación para desperezarse [2].

Las sospechas acerca de este posible despertar no las difunde un cualquiera. El programa Biden, armado con 1,9 billones de dólares [3], ha motivado que hasta el mismo Olivier Blanchard manifieste que es demasiado [4]. Ciertamente, es una cantidad escalofriante y se pondrá mucho dinero en manos del público, por lo que, de nuevo, vuelve a hablarse de inflación.

No sabemos qué ocurrirá. Quizá el programa Biden sea un éxito y no cause inflación más allá de lo acordado como normal (que es un 2% anual)[5], quizá no sea un éxito, quizá sea el germen de una inflación galopante, quizá (lo más probable) sea una mezcla de todo. Lo que sí nos ha proporcionado, al menos, es la excusa para volver a hablar de ella, la inflación, una mala noticia, siempre.

¿Por qué es (siempre) una mala noticia la inflación? La respuesta es sencilla: es mala cuando aparece y necesita maldad para que desaparezca. Así que, una vez en escena, ya sabemos que lo pasaremos mal ¡Ojo! mientras esté y, también, después de haberse marchado[6]. No es de extrañar que la gente no presente muchas ganas de hablar sobre ella.

Si han llegado hasta aquí, estarán de acuerdo en que la inflación es peligrosa. Mientras está, nuestro dinero compra cada vez menos bienes y mientras se la combate, corremos el riesgo de caer desempleados o de ver cómo nuestras deudas se vuelven insoportables. Además, miren ustedes, el lapso de tiempo que transcurre entre su aparición, desarrollo y erradicación no es corto y nos hará sufrir. Pero, vayamos con el ejemplo:

Imagine usted que este mes la compra en el súper le ha costado 500 euros. Volverá el mes que viene, pero ahora es tiempo de disfrutar. Coloca usted cada producto en su lugar y, durante treinta días, cocina, limpia, saborea, experimenta; en otras palabras: consume.

El tiempo pasa rápido y vuelve usted al súper. Compra lo mismo, pues la felicidad no entiende de altos y bajos y sabe bien que mantener la satisfacción no es cosa de experimentos. Eso sí, al pasar por caja, el señor encamisado con tarjeta identificativa, prendida en el bolsillo de la pechera, le pide 510 euros. Los precios han subido un 2%, le dice el subordinado con cara de haber hecho los deberes.

Se va usted preocupado. Ha tenido que utilizar más de cinco billetes de cien para pagar y eso le molesta. Bueno, eso molesta a cualquiera, sinceramente. Pero, veamos qué ocurre en otros treinta días.

— Son quinientos veinte euros, con veinte céntimos.

—¿Cómo? A ver, explíqueme, ¿no habíamos quedado en que los precios subían un dos por ciento cada mes?

—Exacto. Así es, —le responde Tomás, que así se llama el cajero.

—Pues no lo entiendo, porque el 2% de 500 es 10 y si el mes pasado me costó la compra 510 euros, ahora tendrían que ser 520 euros y no 520,20 euros.

—Está usted haciendo el 2% de 500 y los 500 ya son historia porque 500 euros es lo que costaba la cesta de la compra hace dos meses, cosa de la cual ya nadie se acuerda. De lo que sí nos acordamos, es de que el mes pasado costaba 510 y el 2% de 510 euros son, amigo, 520,20 euros.

Aquí tenemos el peligro. La inflación aniquila la memoria. Los precios suben sobre los inmediatamente anteriores, de tal manera que, mañana, lo anterior es lo de hoy (y pasado, lo anterior es mañana). Así que entre los 500 de hace dos meses y los 520,20 de hoy hay un 4,04 por ciento. El mes próximo, el 2% se calculará sobre 520,20, si es que antes nadie comienza a preguntarse por qué un 2% y no un 4% o un 8% (por aquello de protegerse, que nunca se sabe ¿no?)

La inflación, al igual que la capitalización compuesta, es un proceso acumulativo[7]. Comparte la misma fuerza. Es peligrosa porque nos deja sin memoria y nos azuza a comprar antes de que vuelva a engordar. Además, esto pasa también con los que venden (en esta carrera de locos, nadie quiere perder y todos contribuimos a alimentar el proceso). En fin, esperemos que no aparezca. No lo pasaremos bien mientras esté (a veces, mucho tiempo) y tampoco mientras luchemos para erradicarla. No obstante, pondremos una nota de color (y positiva). La historia reciente nos dice que las autoridades monetarias (independientes) se cuidan mucho de ella y la han mantenido por debajo del 4% anual.

referencias y notas

[1] https://www.elconfidencial.com/economia/2019-03-25/pimco-tipos-de-interes-negativos-bce-envejecimiento_1900786/

[2] https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/06/18/opinion/1592490981_981528.html

[3] Para que se hagan una idea de la cuantía de la ayuda, sólo tienen que saber que el PIB de una economía es el valor de todas las rentas que se generan en un año. Imaginen, los salarios de todos nosotros, las rentas de todos los autónomos, los beneficios de todas las empresas, ... Pues, todo eso, sumado para España, son 1,1 billones de euros. Y las ayudas del programa Biden son 1,6 billones de euros ¿Imaginan ustedes que donamos a los estadounidenses todo lo que ganamos el año pasado? Pues aún faltaría.

[4] https://www.france24.com/es/minuto-a-minuto/20210210-la-inflaci%C3%B3n-en-el-centro-del-debate-sobre-el-plan-de-ayuda-de-biden  

[5] Así lo definen los bancos centrales modernos. Vigilamos para que los precios (en general) no suban más de un dos por ciento cada año. En otras palabras, hasta el dos por ciento es normal, porque siempre hay errores de medida, porque siempre hay mejoras que se incorporan a los productos que compramos y porque hay que mantener cierta velocidad de crucero para mantenernos alejados del agujero negro de la deflación ¡Qué difícil equilibrio!

[6] La inflación no es difícil de parar. Lo que es difícil es pararla sin hacer daño y, que sepamos, eso aún no lo hemos descubierto. Los episodios de inflación se han detenido empujando hacia arriba a los tipos de interés. Y cuando los tipos de interés suben, la economía se enfría. A las empresas les cuesta encontrar inversiones que rindan por encima de lo que les cuesta la financiación, el consumo deja de crecer porque el ahorro es más atractivo, las deudas se vuelven mucho más pesadas, ... Todos estos fenómenos conducen a detener la inflación, con el coste de introducir a la economía en una recesión o en la senda que nunca debió abandonar (aquí hay partidarios de uno y otro lado). Pueden leer el interesante artículo de Argandoña sobre Margaret Thatcher, que cito a continuación: https://blog.iese.edu/antonioargandona/2013/04/09/margaret-thatcher-1925-2013/

[7] Vea cómo 520,20=510·(1,02)=500·(1,02)·(1,02) Cuando aplicamos el porcentaje de aumento a los precios, lo hacemos sobre el que tenemos delante y no sobre los que había, antes de que comenzara la pesadilla.

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